lunes, 25 de noviembre de 2013

El papiloma de Tindaya

Tindaya, la montaña sagrada
Nunca me gustó el proyecto de Tindaya, aunque fuera una alternativa a la concesión minera que las instituciones dan a unos señores que quieren convertir en fortunas (para ellos, ya que la parte que se queda la ciudadanía es ridícula) el interior de la tierra. Algo similar a lo que ocurre con el petróleo, el gas y otros recursos que este planeta tiene y que consumimos de forma desaforada como si fueran ilimitados. Eduardo Chillida soñó con crear un santuario telúrico, planos superpuestos y lisos en el interior uterino de una montaña sagrada a la que quería y respetaba. Pero a diferencia de los vascos, los canarios trabajamos y nos enorgullecemos de cómo transformamos la dermis, la piel de nuestro paisaje, tanto de la mano de César como de Néstor, incluidos nuestros escultores, que han recreado la lava o el hierro para trasladar a las ladys británicas a nuestros paseos.

Pero, en el caso de esta montaña majorera, se dan otras circunstancias que van más allá de una intervención artística. Y es que el boom de la construcción nos ha dejado muchas imágenes de laderas, picos y cráteres mutilados, espantosas cicatrices en las montañas y volcanes de las Islas. Pero Tindaya es otra cosa. Estamos ante una 'montaña sagrada' donde los antiguos habitantes de Fuerteventura dejaron su huella en estaciones de petroglifos podomorfos (con forma de pie) y otros. Por este motivo se declaró Bien de Interés Cultural, por su valor histórico y arqueológico ya que Tindaya constituía un lugar sagrado para la población aborigen de Fuerteventura, los majos, que esculpieron sobre ella más de 300 grabados. Igualmente, fue declarada Monumento Natural por la Ley de Espacios Naturales de Canarias en 1987.

Desde 1993 esta montaña padece una alucinante y disparatada historia en la que muchos de sus protagonistas ya han fallecido (el esculturo Chillida y el ingeniero Ordóñez), mientras unos incompetentes (o presuntos corruptos) han realizado un procedimiento plagado de errores por culpa de los cuales se han perdido millones de euros y, todavía, no sabemos si se puede hacer el proyecto de vaciado planteado por el artista vasco. y, a pesar de todo, siguen algunos empeñados en continuar con el culebrón porque dicen que así el destino turístico de Fuerteventura podrá ofrecer un producto singular y único en el mundo.

Lo cierto es que en esto del turismo es fácil inventarse productos extraordinarios cuando se juega con el dinero ajeno, sobre todo si pagan los de siempre: el contribuyente.

Pero puestos a imaginar y a proyectar sobre nuestro territorio y nuestro dinero, siempre he pensado que habría sido más consecuente plantear un concurso de ideas para cada una de las islas, con una participación pública importante pero, sobre todo, con implicación del sector privado. Una participación que contribuiría a buscar la sostenibilidad y rentabilidad económica de los proyectos. De esa forma, además, podrían participar creadores isleños que -como en esta caso de Tindaya- han sido ninguneados y a los que se suele tratar de forma poco respetuosa en su propio territorio. Y probablemente no estaríamos hablando de papilomas en las montañas o topos que excavan los volcanes para dejar agujeros económicos sin fondo...

2 comentarios:

  1. Lo de Tindaya no tiene nombre. Ahora, te digo una cosa, es una montaña sagrada y como tal se rebela a que le abran las entrañas y le saquen la traquita que tiene dentro. Si Chillida ha muerto, si Ordoñez ha muerto, el proyecto nunca será el mismo. Luego, nos preguntamos mucha gente de la Maxorata por qué el gobierno sigue empeñado en seguir p'alante. ¿Qué intereses están detrás? Ya se han gastado un pastón sin mover una piedra, y andan 'perdidos' por los paraísos fiscales casi 2.000 millones de las antiguas pesetas. ¿No sería lo más natural hacer un parque arqueológico para recorrer los podomorfos, las antiguas tumbas y algunos restos de asentamientos que todavía se conservan en la montaña?

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