sábado, 26 de abril de 2014

Unir Turismo y Cultura en las instituciones canarias

Arte, cultura y naturaleza en Canarias.
Que las Islas Canarias forman una región aislada, lejana, ultraperiférica…, son manidos argumentos de una realidad geográfica. Pero, a esa certeza indiscutible, habría que añadir otras diferencias respecto a los territorios continentales, con más posibilidades de desarrollo industrial y facilidad en los transportes.

La propia condición de isla y sus limitados recursos, impiden que los modelos económicos y de producción continentales puedan reproducirse, pero los que llevan la cosa pública, la política, no lo han comprendido y siguen ejemplos de otros lugares donde nada hay que se le parezca a nuestra realidad. Pero es que la insularidad también es reclamo de exotismo y experiencias extraordinarias para la mayoría de los humanos. O sea, el destino soñado para el turismo.

El modelo europeo (y al que se ha sumado el español) establece en la mayoría de los países la educación y la cultura como áreas conexas de gestión. El turismo no figura o lo encontramos en algunos países vinculado a áreas de comercio, industria… O si nos fijamos en el modelo español (que no es tan europeo como nos creemos ahora, ya que nuestra superación de la frontera de los Pirineos es bastante posterior a la muerte del dictador Franco). Digo, si nos fijamos en el modelo español vemos que tras la guerra civil el bando ganador metió Turismo en una secretaría de estado dependiente de Gobernación, para apoyar la celebración de peregrinaciones y actividades relacionadas con el turismo católico, apostólico y románico. Y no olvidemos aquellos ministerios de Educación y Descanso. Pues el turismo vivía en el limbo hasta que llegó Fraga en 1962 al frente del nuevo Ministerio de Información y Turismo, por eso de controlar los medios informativos del país, dar una imagen liberal en el exterior y potenciar  un sector turístico para captar divisas y sacar al país de la miseria económica. El impacto económico fue indudable, pero también el sociológico y político, aunque los historiadores no den el valor a estos aspectos en sus investigaciones.

Volviendo a la estructura político-administrativa del turismo, podemos observar que se parte de una organización en la que el turismo suele estar vinculado a actividades económicas, considerándolo una industria, mientras que la cultura forma parte del ámbito educativo y académico. Está claro que políticos y burócratas, mayormente, que lo académico y funcionarial prima en un país en el que todavía tenemos muchos herederos de la educación reaccionaria (y la justicia y otras parcelas) y costará muchísimo llegar al nivel político de transparencia y gestión pública de los países nórdicos (los más desarrollados, no olvidemos).

Lo lamentable es que aquí no hemos aprendido de nuestra experiencia, ya que las Islas Canarias (que tienen desde hace más de veinte años un alto grado de autogobierno), y reproducimos mecánicamente los modelos de otros territorios que nada tienen que ver con nosotros (casi todos los consejeros autonómicos de turismo han compartido esta tarea con Transportes). Y no me refiero sólo a la geografía. Si hacemos un  repaso –muy resumido- de nuestra historia, nos encontramos con que en 1910, Francisco González Díaz, publica un libro titulado ‘Cultura y Turismo’. No información y turismo, o industria y turismo, o transporte y turismo… Su amigo y gran patricio cultural de esta isla, Domingo Doreste ‘Fray Lesco’ compartía estas iniciativas, y así lo transmitieron a los artistas de la Escuela Luján Pérez, lo impulsó Néstor Martín-Fernández de La Torre con su visión del paisaje y del paisanaje: el tipismo; lo continuaron numerosos artistas, intelectuales y comunicadores en la revista Isla (ojo, Gran Canaria es el único lugar del mundo donde desde 1910 hasta 1980 contó con varias revistas especializadas en turismo: Canarias turista, Isla, Costa Canaria, Isla Azul…). Así vendría luego Néstor Álamo con su reinterpretación de la historia en la Casa Museo de Colón, junto a la política del Cabildo de potenciar el paisaje autóctono (el Jardín Canario) y los espacios de los grancanarios ilustres (casas de Galdós, León y Castillo, Tomás Morales, Antonio Padrón…). Fruto de este ambiente es la figura de César Manrique y su iniciativa de Centros de Arte, Cultura y Turismo, o Tony Gallardo (La Palmita, el palmeral de Maspalomas, el mirador del Atlante) y Pepe Dámaso, y otros que deberían estar aquí, pero espero que me perdonen por no ser exhaustivo porque daría para una Tesis…

Lo cierto es que en las Islas Canarias (en particular en la provincia de Las Palmas), el turismo y la cultura tienen demasiado que ver. Y es ahora, cuando Turismo ha dejado su dependencia de Transportes y está bajo el ámbito de Presidencia del Gobierno cuando debería unirse a Cultura, actualmente desahuciada económicamente en una Consejería donde tiene de acompañantes áreas tan implicadas en la cultura como Políticas Sociales y Vivienda.

Y es que el Archipiélago Canario no se entiende sin esa relación entre Turismo, Cultura y Naturaleza, como bien sintetizara César Manrique. ¿Y por qué los políticos canarios no hacen caso de la experiencia y la visión de los que saben, los artistas e intelectuales?

Teror pierde una oportunidad de promoción turística

Romería del Pino en Teror
Un papa, Pío X, ofició el divorcio entre las patronas de las dos diócesis del Archipiélago Canario, la Canariense y la Nivariense, para así poder contar los grancanarios (en realidad, los dependientes de toda la diócesis, incluyendo Lanzarote y Fuerteventura) de su Patrona, la Virgen del Pino, aparecida sobre un ejemplar espectacular de esa especie arbórea propia de Canarias que los cronistas afirman que era tan grande que de sus ramas colgaban y se habían reproducido enormes dragos y otras plantas. Evidentemente, se trataba de un lugar de culto de los antiguos canarios que fue ‘cristianizado’ gracias a la sorprendente 'aparición' de la imagen de la virgen superior en detalle y diseño frente a la tosquedad de los ídolos y tibicenas de los pobladores de la isla antes de la conquista.

Si bien la ‘aparición’ tuvo lugar en 1481, y la Diócesis Canariense era anterior a la conquista (empezando por diócesis vacantes en Telde, Papagayo y Betancuria), los tinerfeños hicieron valer la aparición anterior de la imagen de Candelaria en las costas de la isla para reclamar el patronazgo de la provincia única en lo político y lo religioso, de nefastas consecuencias para el resto de las islas.

Así, en los estertores de la provincia única de Canaria, esa etapa infame de sometimiento a la insolidaridad, injusticia y censos inflados (en beneficio siempre de Tenerife y en perjuicio del resto de islas, y no me refiero a hace una década, sino al siglo XIX), Pío X envía el 16 de abril de 1914 el documento de rescripto que dejó sin efecto el decreto de la Sagrada Congregación de Ritos de 12 de diciembre de 1867 por el que se declaraba Patrona principal de las dos diócesis canarias a la Virgen de Candelaria, ya que no podía haber dos Patronas principales (lo del pleito insular tiene su máxima expresión en la iglesia católica, que no ha podido superar los recelos y siguen dependiendo los obispados canarios del arzobispado de Sevilla). Así, de un divorcio entre diócesis, surge la verdadera patrona, la que reúne en septiembre a todos sus fieles para darles esperanza y recogimiento en su fe. La que ha sido visitada por todas las figuras destacadas (creyentes) que han transitado por esta isla. Y la que Pancho Guerra describiera en aptitudes y entrega como la salvadora de la isla, que “a falta de mimos y justicia del ‘poder central’ -junto a Santiago ‘el chico’ de Tunte- eran  los dos grandes medianeros de la tribulación isleña: El cigarrón berberisco; La sequía; La Hacienda; Los piratas; La División de la Provincia; El canto del alcaraván y el llanto de la pardela, con su barrunto de mortaja”

Pero, al parecer, en esta isla no somos conscientes aún del esfuerzo –lucha, en la mayoría de los casos- que ha supuesto conseguir cualquier cosa. Como la división provincial, de las diócesis, los cabildos, los puertos francos, el régimen fiscal, la universidad…  Y, sobre todo, no sabemos aprovechar esos momentos para dar un impulso social tanto para la comunidad local como para los foráneos a nuestras singularidades. Y es que este centenario está pasando sin pena ni gloria por nuestras vidas (y lo dice un ateo!!), cuando debía ser motivo de orgullo y de celebración para una villa que debería estar engalanada porque se celebra el primer siglo de uno de los elementos que más han hecho por su progreso, aunque en cierto modo haya derivado en un mercadillo de aspecto penoso que espanta al turista; en una romería de calles sucias y establecimientos abarrotados que hacen su agosto con los romeros y donde la planificación olvida la adaptación a los nuevos tiempos, ya que desde que Néstor Álamo y el Cabildo Insular dieran el sentido de escaparate mundial de nuestro folclore a la romería, poco se ha variado en su concepción a pesar de que hoy día vivimos en una sociedad multicultural en la que todo el mundo quiere recuperar su personalidad y originalidad, menos los establecimientos de Teror cuyos propietarios (los de los mercadillos y los de los bares y ventorrillos) sólo velan por su enriquecimiento fácil.

Otra ocasión desperdiciada que, a pesar de los esfuerzos de los responsables municipales, pone de manifiesto que los beneficiarios de estos espacios habilitados en el entorno religioso y social, donde se les permite el comercio, sólo creen en el negocio a corto plazo, hasta que haya el coraje suficiente para exigirles un respeto al espacio público y a la realidad de uno de los más importantes centros de peregrinación de Canarias con una enorme capacidad de proyección turística.