miércoles, 7 de octubre de 2015

El Bentayga encendido

El roque iluminado y foto de López Frías.

El Ayuntamiento de Tejeda ha realizado la instalación de una infraestructura para iluminar de forma ocasional uno de los principales símbolos geológicos e históricos de Gran Canaria, el Roque Bentayga. Un monolito de origen volcánico que sirve de referencia para imaginar el origen de uno de los más impresionantes del mundo, la caldera de Tejeda, que se originó por el hundimiento o derrumbe del edificio volcánico y el posterior y constante proceso erosivo de aquel enorme volcán. El resultado actual es un paisaje sobrecogedor, una “tormenta petrificada”, como lo bautizara Miguel de Unamuno acertadamente.

Asimismo el entorno del Bentayga, la sierra donde se encuentran las Cuevas del Rey y El Camello, acoge antiguas viviendas trogloditas singulares y que forma parte de uno de los conjuntos arqueológicos más destacados de la isla. Un lugar que pudo tener además connotaciones religiosas para los antiguos canarios.

Pero, desde hace unos días, se realizan pruebas para resaltar en determinadas ocasiones el roque sagrado con una iluminación del conjunto del Bentayga. Una decisión que ha suscitado la crítica de algunas personas que reclaman un estudio de impacto ambiental (espacio natural protegido y Bien de Interés Cultural) para valorar si esta intervención en el lugar produce un impacto que pueda afectar a los bienes protegidos y, por tanto, prohibir o autorizar al Ayuntamiento la realización de esta iniciativa.


Pirámides iluminadas.

Varias son las cuestiones que habrá que tener en cuenta para valorar el impacto de la iluminación sobre el roque.

Como monumento natural, supongo, tendrá más o menos los mismos criterios que un monumento cultural o arquitectónico, y ahí tenemos la iluminación de iglesias como la de Teror o la catedral de Santa Ana, el Castillo de La Luz y otros edificios singulares, o incluso cruces y cristos como el de Artenara. Asimismo, respecto a los valores naturales del entorno, habrá que comprobar si esta actividad afecta a alguna especie de fauna.

Como impacto o contaminación lumínica, habrá que valorar si esos focos sobre las paredes del roque limitan la visión del callejero celeste. Asimismo, se debería analizar la huella de carbono (los gases de efecto invernadero que se originan para producir la electricidad necesaria para que se pueda iluminar el roque). Además, en ambos casos, habría que preguntarse si se ha actuado con igual preocupación con la sorprendente luminosidad de las pistas agrícolas de la isla, cuya proliferación llama la atención por su densidad lumínica para poblaciones anecdóticas teniendo en cuenta que no suelen salir de noche por esos parajes casi deshabitados.

Cataratas del Niágara, iluminadas de colorines y heladas.

En cuanto al impacto económico o turístico de la iluminación del Roque Bentayga, dudo que esta iniciativa atraiga a más turistas a la zona cumbrera, si bien los que están por ahí en esas noches podrán disfrutar de un singular espectáculo añadido a uno de los cielos más bellos y limpios del planeta, aunque los numerosos seguidores de la observación astronómica no ven de buen grado el supuesto impacto lumínico que podría producirse, aunque ya se ha advertido que esta instalación o estará encendida todas las noches del año, sino en determinadas ocasiones.

En este sentido, habría que ver qué se hace en el mundo respecto a la iluminación de iconos naturales, arquitectónicos o monumentales. Y por lo que se puede comprobar, estamos ante una actividad muy habitual en el planeta. Ya no sólo se ilumina en la noche un edificio o un monumento como la Torre Eiffel, las pirámides de Egipto o El Coliseo romano y el Partenón de Atenas… La iluminación se ha convertido en un espectáculo de color, movimiento e, incluso, efectos especiales que evolucionan  para dar lugar a técnicas espectaculares como el video mapping y que producen verdaderas obras de arte sobre cualquier superficie.

Jameos del Agua iluminados de noche.


Particularmente, tampoco me parece acertado el espectáculo de luces de colores que se proyectan sobre las cascadas del Niágara, tanto cuando cae la inmensa manta de agua como cuando ésta se ha congelado por las temperaturas gélidas del invierno. Me parece más una sala de baile de fiebre del sábado noche que el efecto cautivador y artístico que lograron César Manrique y sus colaboradores (Jesús Soto, Ildefonso Aguilar, etc) en las galerías volcánicas de la Cueva de Los Verdes o Los Jameos del Agua, donde no afectará a los cangrejos ciegos, aunque puede que sí a su piel no acostumbrada a tanta luz.

Por lo tanto, antes de juzgar lo que desea hacer el Ayuntamiento de Tejeda, creo que deberíamos conocer mejor el proyecto. E incluso, deberíamos saber si esta idea atraerá muchos vehículos a la zona, ya que puede que sea más grave el impacto de las luces de los vehículos particulares que acudan a ver el Bentayga encendido que las propias luces que apunten al roque…

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