domingo, 10 de enero de 2016

Marrajos en la costa

Mejor, tiburones de dos o tres cabezas para el circo.

Escuchar la palabra ‘tiburón’ y se nos eriza la piel. La música de John Williams se convierte en latidos cada vez más fuertes en el corazón y el pánico paraliza tu cuerpo. Todo se dispara de nada que alguien avisa de la aparición de una aleta en el horizonte. La gente de la playa huye despavorida y los que están en el agua se ahogan de la impresión y la obsesión por salir a nado cuanto antes del agua…

Cambien bañistas por turistas y la narración quedaría igual, pero nuestros hoteles y apartamentos se vaciarían como por arte de magia. Y no es que quiera restar importancia al avistamiento de escualos en nuestras costas y el riesgo para algunas personas, pero no hay constancia de que estas costas sean un vivero de terribles depredadores marinos. Más bien, podría darse el caso (que debería estudiarse) que haya algún cambio o variación por la introducción de piscifactorías, vertidos al mar u otro impacto –humano, por cierto- en el litoral que haya originado la presencia de algún marrajo donde no era habitual como ha sucedido hace unos días al este de Gran Canaria.

Revisando las webs más visitadas (y con cierta veracidad) sobre lugares donde practicar el surf o el submarinismo y la presencia de tiburones, confirmamos que vivimos en las Islas Afortunadas gracias a páginas que nos invitan a pasear bajo el agua con tiburones 'angelotes'. No así los artículos que publica recientemente la prensa local. Sobre todo, aquella que busca captar más la atención que ofrecer la información. Así, tenemos avistamientos de tiburones (como si nunca los hubiéramos visto), una aleta o un ataque a una bañista en la zona de Arinaga. Todo ello ha sido divulgado en los medios tradicionales, con el impacto que las imágenes y la sola mención de la palabra tiburón producen. Pero hay que señalar que al impacto de la televisión en la imagen de un destino turístico como Gran Canaria (aunque el mismo puede afectar al resto del Archipiélago Canario), se suma ahora el efecto viral de la web y las redes sociales.

¿Un cigarrito para después del papeo?..

De ahí que las idílicas imágenes de las dunas de Maspalomas, el atardecer desde cualquier punto de la isla, o la alegría del carnaval, van a tener un duro competidor con el morbo de las imágenes de mordeduras de escualo, aletas, inmigrantes en patera, volcanes sumergidos que hacen temblar la tierra, buques rusos echando gasoil por todas las islas o plataformas realizando prospecciones en el corredor entre las islas y el continente africano.

Todo esto viene a cuento de mi obsesión por la necesidad de que las administraciones turísticas, los empresarios y el sector de la comunicación compartan protocolos de actuación ante situaciones de crisis. Ya lo publiqué cuando se abordó la crisis del ébola (que querían establecer en las islas una plataforma para atender sanitariamente a los países afectados). Pero ahí seguimos, dejando para otra peor ocasión la necesidad de afrontar las crisis desde una perspectiva profesional y que combata el sensacionalismo y los ataques de quienes compiten contra nosotros.

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