miércoles, 11 de mayo de 2016

Turismo, el arte de vivir

Patio ajardinado del Hotel Metropole. 1900 (FEDAC)

Publico en este post el artículo que pueden leer en la edición impresa  de la revista turística Welcome Gran Canaria, donde tengo una sección que se titula 'enYESque' de la que estoy muy orgulloso y que me permite divulgar mis elucubraciones sobre la actividad turística. En este caso, creo que he podido sintetizar en pocas líneas lo que -visto desde Gran Canaria- significa (o significó) el turismo para el desarrollo de la isla. El texto es el que sigue:

“Hacer de la vida una obra de arte” (Néstor Martín-Fernández de la Torre) o “Llevar el arte a la vida” (César Manrique) son frases que resumen el espíritu que inspiró a los artistas para poner en marcha su visión del turismo, su forma de entender esta actividad como un estado del alma, el gusto por las experiencias, el deseo de satisfacer expectativas que nos transportan (con viaje incluido) a ese imaginario/sueño alejado de las prisas, de las calles ruidosas y frías, con sus espectros acelerados y borrosos que intentan evitar la polución. En definitiva, hacer de cada segundo de nuestra vida el momento de los sentidos, de ser afortunados.


Ha transcurrido más de un siglo desde que los primeros turistas llegaron a la isla. A lo largo de este tiempo se ha transmitido y consolidado durante generaciones esa vinculación, omnipresente, del turista como un vecino efímero, una persona que mira con asombro novelero cualquier detalle, como la farola que todas las noches nos alumbra desde que tenemos conocimiento y que ahora nos percatamos del escaso o nulo interés que teníamos sobre ese artilugio cotidiano y anónimo.


Esos rostros lampiños y atribulados que deambulan por nuestras calles como un bote de vela latina buscando la travesía más segura hasta la meta, recorren un lugar desconocido en el que las palabras de sus residentes son sólo sonidos a descifrar con un ejercicio de lógica aventurera. Puede que exista, de hecho, un lenguaje de signos acordado tácitamente entre el visitante y el residente. Un lenguaje global con unos siglos de historia, pero que se ha propagado y consolidado en las últimas décadas entre los más de mil millones de turistas que recorren el planeta cada año.


Turistas y nativos intentan compartir ése arte de vivir. La demanda acude a la oferta de un intangible que sólo puede “estar en nuestros corazones pero se escapa de entre nuestras manos”, como explicaba José de Viera y Clavijo (1731-1813) la imaginaria isla de San Borondón.  Una visión profética que inspiró a Néstor en su visión para convertir Gran Canaria en ese lugar de sueño, al plantear “sobre todo un experimento cultural, una obra de larga cultura, que exige una elevación espiritual en el pueblo que desea ser visitado. Más que habilitación de hoteles, preparación de almas”. Esto es el turismo una preparación para el espíritu. Para el arte.

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