viernes, 16 de junio de 2017

Contra la cinemafobia y la turismofobia en las Islas Canarias

'Plató' al aire libre de grabación de Star Wars en Jandía.
La promoción canaria en el cine tiene detractores. Y los territorios que compiten con nuestras potencialidades se frotan las manos. Digo esto porque en los últimos días hemos podido saber que algunas empresas han visto cómo Hacienda se ha interesado por el cumplimiento de los criterios previstos para poder acceder a las interesantes ventajas fiscales que ofrece el rodaje en las islas. Lo cual es lógico, si bien habría que hilar fino para que no se produzca un 'acoso' a estas actividades o, en su caso, que los funcionarios no tengan dudas a la hora de comprobar la aplicación de los criterios. Y digo esto porque también en estos días el Supremo ha sentenciado que las subvenciones al transporte de tomates desde Canarias al continente eran correctas y que el funcionario que las paralizó no tenía razones para ello. Otra cosa es el daño que ha supuesto para el sector agrícola el no abonar en su tiempo esas subvenciones al transporte y el largo litigio que ha tenido lugar para poder recuperar lo que les correspondía a las empresas exportadoras. Y después los políticos hablan y hablan de crear empleo cuando actuaciones de este tipo han destruido el poco que quedaba en el sector primario.

También hemos conocido por los medios la denuncia sindical respecto al pago de horas extraordinarias a los extras y colaboradores en el rodaje de la secuela de 'Star Wars' en Fuerteventura. Resulta que la productora, Disney, contrató dos empresas, una británica y otra de Tenerife para que gestionaran dichas contrataciones. Pues resulta que la empresa tinerfeña abusaba de los horarios de los trabajadores sin remunerar esas horas extras, y trataban a los empleados temporales de forma casi esclavista, sin darles alimento ni agua para aguantar en el paisaje desértico de Jandía, según las denuncias sindicales presentadas ante la Inspección de Trabajo. Está claro que no es la actividad cinematográfica la culpable, al tratarse correctamente a los empleados contratados por la entidad británica y no así por parte de la empresa tinerfeña 'Sur Film Productions' que no ha contestado a los requerimientos de los periodistas para aclarar su papel en el sentido de si han actuado como explotadores o erraron en el presupuesto a la hora de cerrar el contrato con Disney.

Casetas de producción de la película Star Wars.
Por otro lado, está el hecho de que el rodaje se produjo en un Parque Natural, el de Jandía, que abarca (casi) toda la península majorera. Lo cual ha dado lugar a que se critique la presencia y trabajos de la producción cinematográfica en un espacio protegido. Hay que tener en cuenta que el Parque Natural tiene una extensión de 14.318,5 hectáreas (143.185.000 metros cuadrados), donde campan a sus anchas burros salvajes y cabras, pero que no todo este territorio tiene un mismo tratamiento, de hecho en el Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Natural (PRUG) hay una zona de sensibilidad ecológica cuya protección es mucho más restrictiva que el resto del Parque. También cuenta con un Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (PORN), por lo que habrá que remitirse a esos documentos para la correcta utilización del territorio. Asimismo, el Parque está dentro del catálogo europeo de Zona Especial de Protección de Aves (ZEPA), si bien hemos de recordar que los propios colectivos ecologistas consideraron que esta protección no debía ser tomada en cuenta cuando se planteó construir un parque eólico justo en el istmo de La Pared, lo que podría perjudicar el tránsito de aves (en particular la hubara y el guirre) entre los dos grandes territorios de Fuerteventura.

Me preocupan estos temas porque se está dando una imagen negativa de la gran oportunidad que supone para las Islas Canarias la actividad de las grandes producciones cinematográficas, ya sea por la posible arbitrariedad o exceso de celo de Hacienda, por la escasa profesionalidad de empresas de las islas, o por el planteamiento restrictivo de las normativas ambientales en unas islas en las que más de la mitad de su territorio tiene algún tipo de protección. Quizás deberíamos sentarnos a meditar y solucionar estas cuestiones (y no olvidemos las trabas burocráticas que en estas islas paralizan cualquier iniciativa) para que podamos diversificar y especializar nuestra economía con actividades de alto valor añadido, no sólo para el turismo, sino también para la industria audiovisual y las industrias culturales.

No voy a contar aquí lo que supone para las Islas Canarias el rodaje de grandes producciones cinematográficas. No sólo permite dar a conocer la marca isleña y sus variados paisajes, sino que atrae a ese turismo de rutas por escenarios cinematográficos que no está interesado por el sol y playa (que también les puede interesar) ni por el botellón. Así que a ponerse a trabajar y a evitar que se extienda la cinemafobia entre los isleños y esos brotes de turismofobia que ya conocemos.

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sábado, 3 de junio de 2017

25 años de Ben Magec y la agonía del ecologismo en las Islas

César Manrique en Los Pocillos (1988. Dcha. yo trabajando)

Se cumplen 25 años de la creación de la Federación Ecologista Canaria Ben Magec. Participé en las reuniones para crear la Federación como miembro de la directiva de ASCAN que, junto a la tinerfeña ATAN eran las asociaciones pioneras del ecologismo en España. Fue un proceso interminable de reuniones en las islas. En Haría, en Mazo, Tenerife o Fuerteventura... el acuerdo llegó en La Palma y no fue fácil. ASCAN tenía entonces más de mil socios, con una directiva de expertos de distintos ámbitos y un grupo de voluntarios que habían obtenido la acreditación de guardas honorarios de caza y naturaleza con formación para poder intervenir en incendios. Nuestro presidente era José Julio Cabrera Mujica, empleado de banca (casi a punto de jubilarse realizó la carrera universitaria de Geografía), discípulo de Gunther Kunkell, Jaime O'Shanahan y otros veteranos defensores de la naturaleza como Servando Peláez o Luis García-Correa, entre muchísimos otros. Le siguió en el cargo el biólogo experto mundial en tortugas marinas o foca monje, Luis Felipe López Jurado.

Nuestra posición era defender un modelo de organización que pusiera el énfasis en la afiliación –captar socios garantizaba la independencia de la asociación y la implicación de la población- y realizábamos un amplio trabajo con los socios para poder garantizar a la organización la constancia en el análisis, intervención en los procesos administrativos (infraestructuras, planeamiento urbanístico, leyes, denuncias...) y acciones, con un gran esfuerzo para llegar a la sociedad y a los socios con actividades muy variadas y la presencia en los medios de comunicación existentes.

Había otras asociaciones similares como El Guincho en Lanzarote o ATAN y una treintena de grupos locales (hay que reconocer a muchos, pero me basta citar a La Vinca o Turcón por su rigor y constancia), pero había otros surgidos de movilizaciones muy concretas y con mucho mérito cuya existencia era –en ocasiones- unipersonal. Nuestra postura ante la federación de todos estos grupos era que no se podía fundamentar en colectivos y lemas porque socavaría la credibilidad y representación de nuestra (y las otras) asociación. Sin embargo, las demás asociaciones abogaron por la unidad detrás de unas siglas para hacer fuerza común en el Archipiélago. Yo imaginé entonces que detrás de este empeño que defendieron los representantes de El Guincho (con quienes debatíamos a diario nuestro rechazo) podría estar la visión de César Manrique de un movimiento ecologista unido y fuerte en el Archipiélago, como me comentó en una ocasión en El Almacén. No lo sé, otros tendrán que decir si fue así… Pero en la misma reunión que se acordó crear la federación, en Mazo, (1992, año del quinto centenario del Descubrimiento) comenzaron las controversias al plantearse por algún colectivo emitir un comunicado como Federación en contra de la celebración del acontecimiento histórico y calificarlo como un genocidio, con lo que no estábamos conformes porque entre la directiva y los socios de ASCAN no aceptábamos tal afirmación ni tal causa, o por lo menos, no entendíamos a qué venía esa cuestión en un mundo en el que la historia está plagada de fenómenos de conquistas, colonizaciones, expolios y genocidios… Por lo que no queríamos entrar en un mensaje que podría ser discutible razonadamente y que se alejaba de los objetivos estatutarios de nuestra Asociación.

Pero, como dije antes, crear la federación era lo que consideraban necesario en aquel momento, anteponiendo la unidad con el supuesto objetivo de ampliar el apoyo social al ecologismo en las islas. Nosotros considerábamos errónea la estrategia y defendíamos –sin éxito- que era necesario organizaciones estables en cada isla, ámbitos de coordinación insular y autonómica para mantener la labor de defensa del medio con constancia y anticipación, no con el modelo impulsivo y pendular -muy manipulable- de campañas o movilizaciones sobre un barranco o contra una construcción.

Era una época conflictiva, con una autonomía en pañales y con las primeras leyes de protección de espacios naturales. Pero se hacía un trabajo notable con una implantación notoria de la asociación y casi diaria presencia en los medios. Puede que fuera necesario crear la Federación, pero se corrió el riesgo de que las asociaciones y colectivos se diluyeran en dicho ente y perdieran sus potencialidades. Y creo que así ha sido.

Asimismo, Ben Magec nació en uno de los peores momentos de la historia del ecologismo en Canarias: César Manrique falleció ése año (hace ahora 25 años) en un inesperado accidente de tráfico al saltarse una señal de stop en el cruce que unía la carretera de la Fundación con la que va de Teguise a Arrecife. El choque lo sentimos todos, porque a todos nos llegó el golpe con toda su dureza. El ecologismo canario quedó huérfano (y creo que hasta nuestros días). El compromiso de Manrique ante los medios, frente a los tractores, o creando foros internacionales y su propia Fundación para que su mensaje llegara a todo el mundo, auguraba un liderazgo y una proyección sin límites, pero todo se esfumó o, por lo menos, se intenta mantener sin aquella capacidad vital que imprimía César a todo lo que hacía.

Aunque parezca lo contrario, me alegra que Ben Magec celebre la fiesta de su aniversario. Pero creo que fue una iniciativa errónea en su configuración que dio lugar a la desarticulación de diversas organizaciones que prácticamente han desaparecido, sin que Ben Magec supusiera un mayor esfuerzo o tenga una mayor visibilidad en la sociedad canaria (salvo en ocasiones puntuales, como es normal, más por el hartazgo ciudadano que por la dinámica de la Federación, como el caso de las prospecciones petrolíferas). Además, no ha aparecido un liderazgo como el de Néstor Martín-Fernández de la Torre o el de César que anime o estimule la colaboración de amplios sectores e imponga respeto o cierta aprensión entre los especuladores y representantes públicos. Tampoco creo que haya ninguna asociación o colectivo que tenga en la actualidad tantos socios y colaboradores como en aquellos momentos alcanzaron varias organizaciones.

25 años es tiempo suficiente para reflexionar y reconducir el ecologismo en las islas que no es causa de unos grupos, personajes o campañas puntuales, el problema es global y la actuación ha de ser local y persona a persona. Por ello, una federación que sólo federa los restos de un movimiento ecologista debe replantear su estrategia y reconocer sus errores. Y no digo con esto que tuviéramos razón en nuestras críticas cuando, porque asumimos entrar en la Federación hace 25 años, sino que el ecologismo es más necesario que nunca porque las amenazas que se cernían sobre el planeta ya son transformaciones traumáticas que ponen en riesgo a las especies. Y el ser humano es una especie más, la más inteligente, la que es capaz de autodestruirse.